La transformación digital se ha convertido en un eje estratégico para los sistemas de salud de todo el mundo.
Las promesas son ambiciosas:
- Mayor eficiencia operativa.
- Mejores diagnósticos.
- Reducción de costos.
- Mayor acceso a la atención.
- Experiencias más humanas para pacientes y profesionales.
Sin embargo, como explica Sandra Escobar Espinosa, Healthcare Leader de Conexia, un error frecuente empaña esos objetivos: creer que implementar soluciones tecnológicas en salud es asumir que el cambio automáticamente genera mejora.
Un software, un modelo de inteligencia artificial o un módulo de telemedicina no garantizan valor por el solo hecho de ser adoptados. Sin una medición rigurosa, las mejoras quedan en el terreno de las percepciones y no de la evidencia.
“Si no existe una línea base ni indicadores de seguimiento, es imposible saber si hubo impacto”, sostiene la Healthcare Leader de Conexia.
“Implementar un sistema de historia clínica, un modelo de IA, un módulo de telemedicina o cualquier solución digital, sin saber cómo era el desempeño previo, deja la mejora en el terreno de la percepción, no de la evidencia”, asegura.

¿Qué necesitamos hacer distinto?
Desde su experiencia en proyectos de salud digital e innovación tecnológica, la Dra. Escobar Espinosa ha comprobado algunos factores críticos a tener en cuenta:
- Toda intervención debe partir de una línea base cuantificable.
- Los KPIs deben ser claros, medibles y alineados con objetivos clínicos, operativos o financieros.
- Los datos deben alimentar ciclos de mejora continua, no quedarse en reportes estáticos.
- El impacto real se demuestra con evidencia, no con promesas.
- Transformar con tecnología sin medir resultados es como navegar sin brújula.
Por qué la línea base es ineludible
Una línea base no es solo un punto de partida: es la referencia objetiva que permite entender dónde estamos antes de iniciar un proceso de transformación.
En salud, puede expresarse en múltiples dimensiones:
- Clínica: tiempos de diagnóstico, tasas de adherencia a tratamientos, reducción de complicaciones.
- Operativa: tiempos de espera, ocupación de camas, uso de recursos médicos.
- Financiera: costos por paciente, facturación eficiente, reducción de gastos administrativos.
Si desconocemos estos datos previos, no podremos responder la pregunta central: ¿la solución digital mejoró realmente la situación inicial?
KPIs: más que números, brújulas estratégicas
Los indicadores clave de desempeño (KPIs) deben diseñarse desde el inicio del proyecto, no después de su implementación.
Para ser útiles, deben cumplir tres condiciones:
- Claridad: todos los actores deben entender qué se mide y por qué.
- Medibilidad: los datos deben ser accesibles, confiables y periódicamente actualizados.
- Alineación: los KPIs deben conectar con objetivos concretos de la organización, ya sean clínicos (mejorar resultados en pacientes), operativos (reducir tiempos de atención) o financieros (optimizar recursos).
Cuando los indicadores se convierten en brújula, las decisiones no dependen de la intuición, sino de evidencias verificables.
De reportes estáticos a mejora continua
Otro error común en salud digital es creer que basta con generar reportes periódicos.
Los informes tienen valor, pero el verdadero cambio ocurre cuando los datos se transforman en insumos para ciclos de mejora continua.
Esto implica:
- Analizar tendencias en lugar de fotos aisladas.
- Ajustar protocolos y procesos en función de los resultados obtenidos.
- Retroalimentar a equipos médicos, administrativos y directivos con información accionable.
En pocas palabras: los datos deben servir para tomar mejores decisiones cada día, no solo para archivar informes.
Evidencia sobre promesas
Los proyectos de salud digital no pueden sostenerse únicamente en discursos de innovación.
La legitimidad de una iniciativa se construye con evidencia demostrable:
- Mejoras en la calidad asistencial.
- Reducción de errores médicos.
- Ahorros concretos.
- Satisfacción del paciente.
De lo contrario, la tecnología se convierte en un gasto más y no en una inversión transformadora.
Transformar con tecnología sin medir resultados es como navegar sin brújula: habrá movimiento, pero no necesariamente progreso.
Casos ilustrativos
Estos ejemplos dejan en evidencia que la tecnología, sin método de medición, se vuelve anecdótica.
Telemedicina sin línea base
Un hospital implementa consultas virtuales, pero no mide previamente los tiempos de espera ni el nivel de satisfacción de los pacientes. Tras un año, no puede demostrar si el acceso mejoró o no.
Historia clínica electrónica
Una clínica invierte millones en digitalizar registros. Sin indicadores previos de errores de medicación o tiempos de carga, no puede mostrar mejoras tangibles, aunque el sistema esté en funcionamiento.
IA en diagnóstico por imágenes
Un modelo identifica anomalías en radiografías. Pero si no se compara contra el desempeño histórico de los radiólogos, no se sabe si efectivamente aumenta la precisión diagnóstica.
La transformación digital en salud exige visión y método
“Hoy más que nunca, necesitamos proyectos de salud digital con visión, pero también con método”, advierte Sandra Escobar Espinosa.
No basta con adoptar herramientas innovadoras: es necesario diseñar proyectos que partan de una línea base sólida, con indicadores claros y orientados a resultados.
La verdadera innovación ocurre cuando las soluciones digitales pueden demostrar —con evidencia y datos— que generan valor clínico, operativo y financiero.
La pregunta que toda organización debería hacerse hoy es simple pero decisiva:
¿Estamos midiendo el impacto real de nuestras soluciones digitales, o solo nos dejamos llevar por la promesa de la tecnología?
Queremos ayudarle a transformar la gestión de su aseguradora.
Para obtener más información, contáctenos a través de comercial@conexia.com